Me había enterado que unas amigas vivían bastante cerca del
hotel donde me hospedaba así que había decidido ir a visitarlas.
Tras un largo rato revisando mis conjuntos de ropa,
importados exclusivamente desde París, decidí ponerme esto:
Hacía mucho tiempo que no las veía por lo que decidí
vestirme de gala y sorprenderlasmi nuevo estilo.
Levanté la vista y me encontré delante de Louis, cuya
espalda reposaba en una de las puertas laterales de la limusina. Sonreí
satisfecha al comprobar que había sido puntual, justo como se lo había pedido horas
antes.
Me acerqué al vehículo y una de las puertas laterales se
abrió automáticamente, cediéndome el paso a su interior, donde había una
pequeña mesita de caoba con varias copas de vino y algunos postres decorados
con flores artificiales.
Me senté en un cómodo sofá y contemplé el paisaje por la
ventanilla del vehículo, imaginando como sería pasar varios meses en aquel
lugar tan luminoso, transitado y elegante.
Pasaron los minutos y seguía sumida en mi propio mundo,
hasta que llegamos a un callejón negro cuya única salida era un tubo de
oxigenación situado en una de las esquinas más oscuras y aterradoras del
callejón.
-¿Dónde estamos?- pregunté saliendo del coche. Mi corazón latía
apresuradamente oprimiéndose contra mi pecho. Tenía el presentimiento de que
algo sucedería y no era nada bueno.
Louis no respondió, lo único que hizo fue dedicarme una
mirada llena de coraje y abrir el maletero del coche con fuerza. Sacó un
maletín negro y lo abrió con cautela.
Me asomé por encima de su hombro para ver el contenido del
maletín pero este me dio un codazo en el pecho, tirándome al suelo.
Gemí de dolor y conseguí levantarme con resentimiento.
-Ha llegado la hora- susurró Louis lo suficientemente alto
como para que fuese capaz de percibir sus palabras.
Fruncí el entrecejo y las palabras cobraron sentido cuando
vi una larga y fina aguja en la mano de este. Ahogué un grito y comencé a
correr hacía lo más profundo del callejón donde una espesa oscuridad lo
absorbía todo a su paso.
Giré la cabeza y vi que Louis me perseguía con la aguja en
la mano. Aceleré el paso y corr´´i con las manos extendidas hacía delante para
apartar los objetos que se interpusiesen en mi camino.
Los tacones que llevaba no ayudaban en nada, ya que eran
demasiado altos para correr con ellos, por lo que al intentar esquivar una roca
caí al suelo boca abajo, y esta vez las consecuencias de la caída fueron peores
ya que Louis se colocó encima de mi sujetándome las manos con firmeza.
Me retorcí con fiereza intentando librarme de su agarre pero
sabía de antemano que no en mis mejores sueños lograría superar ni en fuerza ni
en tamaño a Louis.
Le miré a los ojos con miedo, intentando persuadirle para
que me dejase libre, sin embargo lo único que logré fue que apartase la mirada
de golpe.
-¡Deja de mirarme así!- gritó furioso. Su voz había
adquirido un tono ronco y áspero que me producía escalofríos.- No vas a
convencerme de que te mate ¿Vale?
Le miré con pánico. ¿Matarme? ¿Qué motivos tenía para
matarme?
Gemí asustada y me retorcí en el suelo raspándome los brazos
y la cara.
-¡Socorro!- grité en busca de ayuda- ¡Por favor que alguien
me ayude!
Una pequeña llama de esperanza yacía en mi interior,
avivándose poco a poco, pero Louis me rodeó la boca con un pañuelo, para que no
pudiese gritar. Seguí gimiendo y retorciéndome en el suelo.
Me dolían las manos y el corazón parecía a punto de
salírseme del pecho. Lloré desesperadamente y enfoqué mi mirada en medio de la
espesa oscuridad, donde todo yacía tranquilo, todo menos unas figuras negras,
que avanzaban apresuradamente entre la espesura de la noche.
Segundos después conseguí distinguir a varios hombres
vestidos con trajes de cuero negro, armados con pistolas y maletines negros
idénticos al de Louis.
Dos de ellos me sujetaron por las muñecas y el otro me
agarró de los tobillos de modo que no tenía escapatoria alguna. Louis acercó un
pañuelo blanco a mi nariz, irrumpiendo mi apresurada respiración.
Los primeros treinta segundos me negué a inspirar cualquier
sustancia que no fuese el propio ixigeno del ambiente, pero pasado un minuto
mis pulmones comenzaron a pedir aire desesperadamente por lo que inhalé aquel
extraño olor.
Un mareo me inundó por completo y todo aquello que me
rodeaba comenzó a dar vueltas a mi alrededor. Un gran haz de luz blanquecina
comenzó a acercarse a mí, haciéndose cada vez más grande hasta que me engulló
por completo, arrastrándome a la inconsciencia.
…….
Abrí los ojos lentamente encontrándome con un techo blanco cubierto
de manchas rojizas, provocadas por la humedad que inundaba el ambiente.
Me sentía cansada, incapaz de moverme o articular palabra
alguna. Empleé todas mis energías en levantar la cabeza unos centímetros, lo
suficiente como para observar el resto de la habitación.
Todo daba vueltas a mi alrededor y unas cuantas estrellitas
brillantes flotaban en el aíre ondeando lentamente en él. Un suave viento sopló
fuertemente en mi cara arrastrándome hacía atrás.
Miré a mi alrededor y comprobé que me encontraba exactamente
en la misma postura en la que había estado segundos antes.
El cloroformo. Él era el culpable de mis recientes
alucinaciones.
Agité la cabeza y abrí los ojos, volviendo a la realidad que
me rodeaba.
Las paredes estaban pintadas de blanco, cuyo brillo había
desaparecido por el paso del tiempo. Había una pequeña bandeja con comida al
lado de la cama donde yo me eocntraba tumbada y a su lado un pequeño cuenco con
agua.
Las tripas gruñeron exigiendo comida e intenté estirar los
brazos, pero unas fuertes cuerdas me lo impidieron. Lo intenté varias veces
más, pero fue en vano.
-¡Vaya! Por fin has despertado- bramó una voz que ya había
escuchado antes.
Esa voz pertenecía al hombre que me había engañado y me
había secuestrado.
Esa voz pertenecía a Louis Tomlinson.
Giré la cabeza, evitando encontrarme con sus ojos azules que
todo lo absorbían. Sus labios se curvaron en una sonrisa, al percibir el miedo
en mi rostro.
Se sentó en la cama a mi lado, y comenzó a acariciar mis
brazos suavemente. Aquel gesto provocó un gran temor dentro de mí pero el miedo,
se calmó cuando vi cómo se levantaba y comenzaba a andar en círculos por la
habitación.
-¿Recuerdas cuando me dabas órdenes y yo no tenía más
remedio que cumplirlas?- preguntó Louis con una sonrisa burlona. No dije nada,
simplemente me limité a mirar al suelo, cuyas baldosas debían de tener más de
un centímetro de porquería acumulada, lo que significaba que Louis no limpiaba.
En definitiva, Louis además de secuestrador, era un guarro.
-Bien, pues ahora serás tú la que acate mis órdenes- su voz
se volvió más áspera y para cuando quise darme cuenta, se encontraba justo
delante de mí.
Me acarició la mejilla, lo que provocó que apartase la cara
de golpe, como acto reflejo.
-¡No vuelvas a hacer eso!- gritó enfurecido chocando su palma
con mi cara. Sentí el golpe como si miles de cristales rotos aterrizaran en mi
mejilla, clavándose en ella y perforándola brutalmente.
Me estremecí y enterré mi cara en mi hombro derecho
intentando escapar de aquella situación que tanto pánico me había provocado.
Solo quería escapar de allí, librarme de todo y volver a la vida que había
vivido antes de que un extraño chico me secuestrara.
Quería huir pero no podía. O al menos eso creía.
Se pone más interesante eres una genia
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