-¡_______ levántate!- noté una presión en mi mejilla
derecha, como si alguien estuviese presionando algo esponjoso sobre ella. Abrí
los ojos lentamente encontrándome con una imagen que no fue de mi agrado.
María y Daniela se encontraban justo en frente de mí,
tirando la ropa al aíre.
-¿Se puede saber qué estáis haciendo?- pregunté enfadada. Me
agaché para coger la ropa que se encontraba a mi alrededor bajo la atenta
mirada de las chicas.
-Hemos venido a despertarte- explicó Daniela ayudándome a
recoger.
-¿Y todo este desorden?- pregunté enarcando una ceja.
Daniela miró a ambos lados de la habitación buscando una buena excusa capaz de
convencerme de que no habían tirado la ropa por el suelo, a propósito.
-Es que… estábamos buscando algo que te quedase bien. El
segundo día en un internado, es crucial para que te integres adecuadamente y
algún chico se enamore de ti- explicó María mirando a Daniela con una sonrisa
pícara.
Asentí sin tragarme ni media palabra de lo que María había
dicho.
-¿Yo? ¿Gustarle a alguien?- pregunté con ironía- Ni en mis
mejores sueños.
-¿Y por qué no?- preguntó Daniela frunciendo el ceño.- Eres
una chica muy mona.
Suspiré e hice una mueca al recordar mi experiencia con el
último chico con el que había mantenido una relación “seria”.
-No es cuestión de belleza… es simplemente que el rollo del
enamoramiento no me va- respondí curvando los labios.
-¿Has tenido alguna relación con algún chico que realmente
te haya gustado?
-Relación… no. Pero tengo una anécdota que me ocurrió cuando
tan solo tenía 14 años y estoy segura que pase lo que pase nunca llegaré a
olvidarla.
-¡Cuéntanosla!- gritaron las tres al unísono, Reí y asentí
con la cabeza.
Nunca le había confesado esto a nadie, pero había ocurrido
hacía bastante tiempo y no pasaría nada si se lo contaba a las chicas, como un
asunto completamente confidencial.
-Vale… todo comenzó cuando el chico que me gustaba se
ofreció a llevarme en coche a la fiesta de la que antes era mi mejor amiga. Yo
acepté y esperé ansiosamente a que llegase aquel día.
›› Cuando fue a
recogerme era de noche y yo tenía un poco de miedo. Me acompañó hasta la fiesta y cuando esta terminó se
ofreció a llevarme de regreso a casa ya que era demasiado de noche como para que
anduviera por la calle sola. Cuando llegamos me dijo que le gustaba y nos…
besamos.- Daniela y Alexandra soltaron un profundo suspiro al oír mis últimas
palabras.
Solté una risita y proseguí con la historia.
-Mi padre bajó con una escopeta (la cual pertenecía a mi
abuelo y estaba colgada en la pared del salón a modo de adorno) y apuntó al
chico amenazándole. Le dijo que si él o cualquier otro chico me volvía a besar
le dispararía.
››Obviamente era
todo una mentira, que provocó que todos los chicos me evitasen. El chico (que
por cierto era uno de los más populares del instituto) corrió la voz de lo que
le había pasado y desde aquel momento ningún chico volvió a acercarse a mí.
Cuando terminé el relato María, Daniela y Alexandra me
observaban con los ojos como platos. Sonreí tímidamente y noté como me
sonrojaba. No me esperaba que reaccionaran de esa manera.
-Joder con tu padre- opinó María haciendo una mueca.
Solté una fuerte carcajada y cuando conseguí parar de reír
las miré fijamente. Las tres me miraban con expresiones divertidas. Seguramente
les habría sorprendido mi repentino ataque de risa pero hacía mucho tiempo que
no reía de esa manera y quería aprovechar la situación.
-Entendemos que todo este asunto de tu padre, la escopeta y
el chico te haga gracia pero necesitamos hablar seriamente contigo- intervino
María con voz serena. Asentí y me incorporé en la cama.
-Claro.- asentí con la cabeza y esperé a que alguna de ellas
comenzase a hablar.
-¿Qué fue exactamente lo que pasó anoche?- preguntó Daniela
mirándome con una sonrisa.
-¿Anoche? No pasó nada- respondí haciéndome la tonta. Sabía
perfectamente lo que había pasado anoche con Zayn pero de momento prefería no
comentarlo con nadie.
-No nos mientas, lo sabemos todo- objetó María sentándose en
la cama a mi otro lado. La miré con el entrecejo fruncido intentando averiguar,
cuanto sabían.
-¿Qué sabéis?- pregunté mirándola fijamente.
-Que te besaste con Zayn, que te tomó como un objeto sexual
y que le rechazaste- soltó de golpe Daniela.
Me giré y la miré alucinada. No
sabía que hubiese gente tan cotilla en el internado pero por lo visto me
equivocaba.
-¿Cómo sabéis todo eso?- pregunté levantándome de golpe.
Apenas había pasado unos días aquel internado y ya estaba en boca de todos que
me había besado con aquel chico indeseable llamado Zayn Malik.
-Hay mucha gente que simplemente se dedica a espiar y
propagar los rumores, aunque muchos de ellos son simple basura- me explicó
María mirándome- no era nuestra intención que todo el internado se enterase de
lo que ocurrió anoche pero desgraciadamente se han enterado.
-¡¿Cómo?!- grité saltando de la cama. Me situé en frente de
ellas y las miré con asombro. Al principio creía que se trataba de una simple
broma pero segundos después comprendí que no lo era.
Era más que una broma, era la realidad.
-Decidme que no es verdad- rogué con las lágrimas rodando
por mi mejillas. Aquello era demasiado para mí. No quería estar en boca de
todos por haberme besado con un chico que solo quería utilizarme para tener
sexo.
Corrí hacía la puerta y salí corriendo aislándome del
exterior. Bajé corriendo las escaleras y cuando llegué a la planta de abajo me
encontré con cientos de miradas observándome curiosamente. Algunos reían por mi
aspecto y otros simplemente me estudiaban con detalle.
Me abrí paso entre la gente intentando hacer caso omiso de
los comentarios ofensivos.
-¿Cuánto cuestan tus servicios como puta?- me soltó uno
empujándome. Caí de bruces al suelo golpeándome la rodilla contra las baldosas.
Comencé a sollozar mientras todos pasaban por delante sin siquiera pararse a
comprobar que me encontraba bien.
Observé a Daniela, María y Alexandra a lo lejos, buscándome,
por lo que me levante y cojeando me dirigí a un lugar poco transitado donde
pudiese calmarme.
Recorrí varias salas hasta que llegué a aquel jardín donde
conocí a Zayn, aquella noche de insomnio en la que el miedo y la tristeza se
habían apoderado de mí, justo como me pasaba en ese momento.
Me senté en uno de los bancos y comencé a sollozar pensando
en todo lo malo que me pasaba. No había terminado de adaptarme en un internado
donde todos eran pijos y pijas de un alto estatus social, y ya me había ganado
fama de puta.
Mi padre era un adinerado empresario y siempre me había
llevado a las mejores escuelas de California, pero siempre había sabido que
aquellos lugares exquisitos y caros, no eran para mí. Yo siempre había
preferido el campo, donde podía ser libre, ser yo misma.
Sin embargo mi padre siempre me había obligado a comportarme
como si realmente me sintiese orgullosa de pertenecer a aquel tipo de familia
que poseía cuanto quería, aunque en realidad nunca lo había estado.
Y el hecho de no haber querido adaptarme a las normas que mi
padre me exigía para poder estar a la altura de una categoría de personas de
gran riqueza, me había conllevado a tener problemas como el que estaba
sufriendo en ese momento.
-Bien _______, lo estás haciendo fenomenal- susurré
sarcásticamente en voz alta. Oí un pequeño chasquido justo detrás de mí y por
acto reflejo me giré, encontrándome con unos ojos marrones brillantes que
relucían a la luz del sol.
-¿Puedo sentarme?- preguntó Zayn señalando el banco.
No respondí, me limité a mirar al frente y dejar que las
lágrimas siguiesen su curso resbalando por mis mejillas.
-¿Por qué lo has hecho?- pregunté sin siquiera planearlo. Me
arrepentí nada más haberlo hecho ya que la mirada insistente de Zayn me estudió
por completo, desde los pies hasta la cabeza.
-Fue una simple apuesta- me respondió él descaradamente- en serio que lo siento,
pero era así como te merecías que te tratase- dijo con una sonrisa burlona.
Le miré con los ojos entrecerrados, mi furia era apenas incontrolable
y lo único que pasó por mi mente fue justamente lo que hice a continuación.
Le pegué una bofetada en medio de la cara dejándole la marca
de mi mano en la mejilla derecha.
-Sorry, te merecías ese trato- dije levantándome del banco y
dirigiéndome a la salida. Sonreí orgullosa de mis últimas palabras, aunque no
fueron lo suficientemente groseras como para calmar la rabia que sentía por lo
que había pasado la noche anterior.
Para calmarme necesitaba estrangular a Zayn con mis propias
manos y eso era algo que no iba a pasar así que me tuve que conformar con
haberle humillado delante de… nadie.
Me dirigí a mi habitación intentando no llamar la atención
aunque mi intento fue en vano ya que al subir las escaleras que daban al
pasillo donde se encontraba mi habitación me encontré con unos rostros
demasiados conocidos como para ignorarlos.
-¡______! Finalmente te encontramos- exclamó Alexandra
dándome un abrazo. Sonreí desganadamente y seguí subiendo las escaleras,
dispuesta a encerrarme en mi cuarto y no salir en todo el día.
-¿Dónde vas?- preguntó Daniela agarrándome de la muñeca.
-Solo quiero descansar. Olvidarme de todo esto. Olvidar que
todo esto ha ocurrido y llorar durante horas hasta dejar de sentirme culpable
por todo esto- dije mordiéndome el labio inferior en un intento por evitar que
las lágrimas cayesen por mi rostro.
-______, no te preocupes por esto- me consoló María- criticar
a los más débiles es la única forma que tienen de divertirse en este internado.
Aquellas palabras no hicieron el efecto que se suponía que
deberían haber causado en mí, pero sirvieron para calmarme, lo suficiente como
para que las lágrimas cesaran.
Sonreí falsamente y le di un abrazo agradeciéndole el apoyo
que me estaba ofreciendo, tanto ella como las otras chicas.
-Chicas, acabo de tener una gran idea- dijo Alexandra
cogiéndome de la mano y arrastrándome a mi habitación.
María y Daniela nos siguieron curiosas por descubrir cuál
era esa gran “idea” que se le había ocurrido a Alexandra. Esta abrió el armario
y se encontró con miles de conjuntos, cada uno de diferente estilo.
-Vamos a cambiarte el look para que seas la reina del
internado- me explicó Alexandra con una sonrisa pícara- A partir de hoy, ha
nacido una nueva ______!
Sonreí, esperanzada de poder llegar a encajar en aquel
internado donde, por el momento no tenía cabida.