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martes, 29 de octubre de 2013

CAPÍTULO 13: COTILLEO

-¡_______ levántate!- noté una presión en mi mejilla derecha, como si alguien estuviese presionando algo esponjoso sobre ella. Abrí los ojos lentamente encontrándome con una imagen que no fue de mi agrado.

María y Daniela se encontraban justo en frente de mí, tirando la ropa al aíre.

-¿Se puede saber qué estáis haciendo?- pregunté enfadada. Me agaché para coger la ropa que se encontraba a mi alrededor bajo la atenta mirada de las chicas.
-Hemos venido a despertarte- explicó Daniela ayudándome a recoger.
-¿Y todo este desorden?- pregunté enarcando una ceja. Daniela miró a ambos lados de la habitación buscando una buena excusa capaz de convencerme de que no habían tirado la ropa por el suelo, a propósito.
-Es que… estábamos buscando algo que te quedase bien. El segundo día en un internado, es crucial para que te integres adecuadamente y algún chico se enamore de ti- explicó María mirando a Daniela con una sonrisa pícara.

Asentí sin tragarme ni media palabra de lo que María había dicho.

-¿Yo? ¿Gustarle a alguien?- pregunté con ironía- Ni en mis mejores sueños.
-¿Y por qué no?- preguntó Daniela frunciendo el ceño.- Eres una chica muy mona.

Suspiré e hice una mueca al recordar mi experiencia con el último chico con el que había mantenido una relación “seria”.

-No es cuestión de belleza… es simplemente que el rollo del enamoramiento no me va- respondí curvando los labios.
-¿Has tenido alguna relación con algún chico que realmente te haya gustado?
-Relación… no. Pero tengo una anécdota que me ocurrió cuando tan solo tenía 14 años y estoy segura que pase lo que pase nunca llegaré a olvidarla.
-¡Cuéntanosla!- gritaron las tres al unísono, Reí y asentí con la cabeza.

Nunca le había confesado esto a nadie, pero había ocurrido hacía bastante tiempo y no pasaría nada si se lo contaba a las chicas, como un asunto completamente confidencial.

-Vale… todo comenzó cuando el chico que me gustaba se ofreció a llevarme en coche a la fiesta de la que antes era mi mejor amiga. Yo acepté y esperé ansiosamente a que llegase aquel día.

     ›› Cuando fue a recogerme era de noche y yo tenía un poco de miedo. Me acompañó  hasta la fiesta y cuando esta terminó se ofreció a llevarme de regreso a casa ya que era demasiado de noche como para que anduviera por la calle sola. Cuando llegamos me dijo que le gustaba y nos… besamos.- Daniela y Alexandra soltaron un profundo suspiro al oír mis últimas palabras.

Solté una risita y proseguí con la historia.

-Mi padre bajó con una escopeta (la cual pertenecía a mi abuelo y estaba colgada en la pared del salón a modo de adorno) y apuntó al chico amenazándole. Le dijo que si él o cualquier otro chico me volvía a besar le dispararía.

     ››Obviamente era todo una mentira, que provocó que todos los chicos me evitasen. El chico (que por cierto era uno de los más populares del instituto) corrió la voz de lo que le había pasado y desde aquel momento ningún chico volvió a acercarse a mí.

Cuando terminé el relato María, Daniela y Alexandra me observaban con los ojos como platos. Sonreí tímidamente y noté como me sonrojaba. No me esperaba que reaccionaran de esa manera.

-Joder con tu padre- opinó María haciendo una mueca.

Solté una fuerte carcajada y cuando conseguí parar de reír las miré fijamente. Las tres me miraban con expresiones divertidas. Seguramente les habría sorprendido mi repentino ataque de risa pero hacía mucho tiempo que no reía de esa manera y quería aprovechar la situación.

-Entendemos que todo este asunto de tu padre, la escopeta y el chico te haga gracia pero necesitamos hablar seriamente contigo- intervino María con voz serena. Asentí y me incorporé en la cama.
-Claro.- asentí con la cabeza y esperé a que alguna de ellas comenzase a hablar.
-¿Qué fue exactamente lo que pasó anoche?- preguntó Daniela mirándome con una sonrisa.
-¿Anoche? No pasó nada- respondí haciéndome la tonta. Sabía perfectamente lo que había pasado anoche con Zayn pero de momento prefería no comentarlo con nadie.
-No nos mientas, lo sabemos todo- objetó María sentándose en la cama a mi otro lado. La miré con el entrecejo fruncido intentando averiguar, cuanto sabían.
-¿Qué sabéis?- pregunté mirándola fijamente.
-Que te besaste con Zayn, que te tomó como un objeto sexual y que le rechazaste- soltó de golpe Daniela. 

Me giré y la miré alucinada. No sabía que hubiese gente tan cotilla en el internado pero por lo visto me equivocaba.

-¿Cómo sabéis todo eso?- pregunté levantándome de golpe. Apenas había pasado unos días aquel internado y ya estaba en boca de todos que me había besado con aquel chico indeseable llamado Zayn Malik.
-Hay mucha gente que simplemente se dedica a espiar y propagar los rumores, aunque muchos de ellos son simple basura- me explicó María mirándome- no era nuestra intención que todo el internado se enterase de lo que ocurrió anoche pero desgraciadamente se han enterado.
-¡¿Cómo?!- grité saltando de la cama. Me situé en frente de ellas y las miré con asombro. Al principio creía que se trataba de una simple broma pero segundos después comprendí que no lo era.

Era más que una broma, era la realidad.

-Decidme que no es verdad- rogué con las lágrimas rodando por mi mejillas. Aquello era demasiado para mí. No quería estar en boca de todos por haberme besado con un chico que solo quería utilizarme para tener sexo.

Corrí hacía la puerta y salí corriendo aislándome del exterior. Bajé corriendo las escaleras y cuando llegué a la planta de abajo me encontré con cientos de miradas observándome curiosamente. Algunos reían por mi aspecto y otros simplemente me estudiaban con detalle.

Me abrí paso entre la gente intentando hacer caso omiso de los comentarios ofensivos.

-¿Cuánto cuestan tus servicios como puta?- me soltó uno empujándome. Caí de bruces al suelo golpeándome la rodilla contra las baldosas. Comencé a sollozar mientras todos pasaban por delante sin siquiera pararse a comprobar que me encontraba bien.

Observé a Daniela, María y Alexandra a lo lejos, buscándome, por lo que me levante y cojeando me dirigí a un lugar poco transitado donde pudiese calmarme.

Recorrí varias salas hasta que llegué a aquel jardín donde conocí a Zayn, aquella noche de insomnio en la que el miedo y la tristeza se habían apoderado de mí, justo como me pasaba en ese momento.

Me senté en uno de los bancos y comencé a sollozar pensando en todo lo malo que me pasaba. No había terminado de adaptarme en un internado donde todos eran pijos y pijas de un alto estatus social, y ya me había ganado fama de puta.

Mi padre era un adinerado empresario y siempre me había llevado a las mejores escuelas de California, pero siempre había sabido que aquellos lugares exquisitos y caros, no eran para mí. Yo siempre había preferido el campo, donde podía ser libre, ser yo misma.

Sin embargo mi padre siempre me había obligado a comportarme como si realmente me sintiese orgullosa de pertenecer a aquel tipo de familia que poseía cuanto quería, aunque en realidad nunca lo había estado.

Y el hecho de no haber querido adaptarme a las normas que mi padre me exigía para poder estar a la altura de una categoría de personas de gran riqueza, me había conllevado a tener problemas como el que estaba sufriendo en ese momento.

-Bien _______, lo estás haciendo fenomenal- susurré sarcásticamente en voz alta. Oí un pequeño chasquido justo detrás de mí y por acto reflejo me giré, encontrándome con unos ojos marrones brillantes que relucían a la luz del sol.
-¿Puedo sentarme?- preguntó Zayn señalando el banco.

No respondí, me limité a mirar al frente y dejar que las lágrimas siguiesen su curso resbalando por mis mejillas.

-¿Por qué lo has hecho?- pregunté sin siquiera planearlo. Me arrepentí nada más haberlo hecho ya que la mirada insistente de Zayn me estudió por completo, desde los pies hasta la cabeza.
-Fue una simple apuesta- me respondió  él descaradamente- en serio que lo siento, pero era así como te merecías que te tratase- dijo con una sonrisa burlona.

Le miré con los ojos entrecerrados, mi furia era apenas incontrolable y lo único que pasó por mi mente fue justamente lo que hice a continuación.

Le pegué una bofetada en medio de la cara dejándole la marca de mi mano en la mejilla derecha.

-Sorry, te merecías ese trato- dije levantándome del banco y dirigiéndome a la salida. Sonreí orgullosa de mis últimas palabras, aunque no fueron lo suficientemente groseras como para calmar la rabia que sentía por lo que había pasado la noche anterior.

Para calmarme necesitaba estrangular a Zayn con mis propias manos y eso era algo que no iba a pasar así que me tuve que conformar con haberle humillado delante de… nadie.

Me dirigí a mi habitación intentando no llamar la atención aunque mi intento fue en vano ya que al subir las escaleras que daban al pasillo donde se encontraba mi habitación me encontré con unos rostros demasiados conocidos como para ignorarlos.

-¡______! Finalmente te encontramos- exclamó Alexandra dándome un abrazo. Sonreí desganadamente y seguí subiendo las escaleras, dispuesta a encerrarme en mi cuarto y no salir en todo el día.
-¿Dónde vas?- preguntó Daniela agarrándome de la muñeca.
-Solo quiero descansar. Olvidarme de todo esto. Olvidar que todo esto ha ocurrido y llorar durante horas hasta dejar de sentirme culpable por todo esto- dije mordiéndome el labio inferior en un intento por evitar que las lágrimas cayesen por mi rostro.
-______, no te preocupes por esto- me consoló María- criticar a los más débiles es la única forma que tienen de divertirse en este internado.

Aquellas palabras no hicieron el efecto que se suponía que deberían haber causado en mí, pero sirvieron para calmarme, lo suficiente como para que las lágrimas cesaran.

Sonreí falsamente y le di un abrazo agradeciéndole el apoyo que me estaba ofreciendo, tanto ella como las otras chicas.

-Chicas, acabo de tener una gran idea- dijo Alexandra cogiéndome de la mano y arrastrándome a mi habitación.

María y Daniela nos siguieron curiosas por descubrir cuál era esa gran “idea” que se le había ocurrido a Alexandra. Esta abrió el armario y se encontró con miles de conjuntos, cada uno de diferente estilo.

-Vamos a cambiarte el look para que seas la reina del internado- me explicó Alexandra con una sonrisa pícara- A partir de hoy, ha nacido una nueva ______!


Sonreí, esperanzada de poder llegar a encajar en aquel internado donde, por el momento no tenía cabida.


sábado, 19 de octubre de 2013

CAPÍTULO 12: PRUEBA

Me miré en el espejo avergonzándome de cada centímetro de mi cuerpo. Aquel ridículo uniforme dejaba al descubierto todas mis piernas y en cuando hiciese algún movimiento también dejaría al descubierto mis bragas y era algo que no me gustaría para nada.

Bufé y salí del baño intentando cubrirme como fuese. Al salir al exterior vi como un grupo de chicos vestidos con uniformes blancos hablaban con las chicas animadamente.

Me asusté al pensar que tendría que hacer aquella estúpida prueba delante de esos babosos que solo buscaban tener sexo.

Cuando llegué al grupo donde se encontraban todas las animadoras, me situé al lado de Alexandra, la cual hablaba con un chico.

-¿Has terminado ya de arreglarte?- me giré encontrándome con la desagradable expresión de la capitana de las animadoras.

Asentí con la cabeza esperando a que mi tortura comenzase.

-¡Atención!- chilló ella atrayendo la atención de todas las chicas y chicos- tenemos una nueva candidata para las animadoras.- dijo ella provocando que algunas de las chicas cuchicheasen o se echasen a reír.
-Colócate en el círculo- me indicó ella señalándome un círculo dibujado con tiza en medio del campo. Era lo suficientemente grande como para que cupiesen varias personas sin salirse.
-Muéstranos tu talento- añadió con sarcasmo. De repente una música comenzó a sonar por todo el campo de fútbol retumbándome los oídos.

Me quedé parada sin saber qué hacer. Desde muy pequeña había tenido pánico escénico y esta vez no era para menos, sin embargo algo hizo que comenzase a bailar al ritmo de la música.

No solo bailaba sino que también comencé a cantar.


Cuando terminé de bailar todos comenzaron a aplaudirme formando un coro de vítores y aplausos que dibujó una gran sonrisa en mi rostro.

-¡Silencio!- gritó la capitana acercándose a mí a la vez que contoneaba sus caderas- no ha estado nada mal, pero los he visto mejores.

Puse los ojos en blanco al escuchar sus palabras. Los chicos la abuchearon pero ella les lanzó una mirada de advertencia que bastó para que se callasen.

-De momento estás en modo de prueba, lo que quiere decir que no estás dentro del equipo de animadoras- me explicó colocando su mano en la cintura- Si incumples alguna de las normas del club de las animadoras, no tendré más remedio que echarte- dijo con haciendo un puchero que más que eso me pareció una burla.

Asentí con una sonrisa y me dirigí al baño para cambiarme y quitarme aquel odioso uniforme. La audición no me había salido tan mal como yo esperaba, es más me había salido demasiado bien en cuanto al baile y a la coordinación.

-¡______!- dijo Alexandra dándome un gran abrazo antes de que pudiese si quiera saludarla.
-¿Qué pasa?- pregunté separándome de ella.
-¡Lo has hecho super bien!- exclamó dando pequeños saltitos de alegría. Sonreí ante su gesto, el cual me producía cierta ternura.

Alexandra, físicamente parecía una chica segura de sí misma, vanidosa y egocéntrica, sin embargo en el fondo era una chica muy especial, cariñosa y con muchos sueños y retos por cumplir.

-Gracias, aunque la verdad es que esperaba hacerlo peor- solté una pequeña risita y me giré para entrar en el baño, acompañada de Alexandra.

Cuando finalmente me deshice de aquel uniforme de animadora me dirigí a la salida, encontrándome de nuevo con Alexandra.

-Es la hora de la comida- dijo Alexandra arrastrándome por los pasillos hasta una gran sala llena de gente. Había una fila con chicos y chicos hablando y riendo entre ellos.
-¿Dónde estamos?- pregunté mirando a mi alrededor. Había muchas mesas, la mayoría ocupadas por chicos que permanecían sentados, comiendo de una pequeña bandeja.
-Este es el comedor- dijo Alexandra arrastrándome hasta un pequeño rincón donde se encontraban María y Daniela.
-¡Chicas!- gritó María acercándose a nosotras.
-¿Dónde estabais? Hemos estado buscándoos por todo el campus- bufó Daniela de mal humor.
-Estábamos en el campo de fútbol, _____ ha hecho una prueba para entrar en el equipo de las animadoras- explicó Alexandra con alegría.

Daniela hizo una mueca al escuchar aquello.

-¿Has hecho una prueba para entrar en ese grupo de locas anoréxicas?- preguntó María histérica. Mi sonrisa desapareció en cuanto oí aquello.
-María, no te pases, va a estar en todo momento acompañada por Alexandra- objetó Daniela comprensivamente.

Asentí dándole la razón, sin embargo María seguía sin poder creerse lo que acababa de hacer.

-No quiero que otra de mis amigas se obsesione con el peso y con la ropa- dijo María cruzándose de brazos.
-Eso no va a pasar, María- dije intentando calmarla.
-¿Me lo prometes?- preguntó ella mirándome a los ojos.
-Te lo prometo- dije y acto seguido le di un gran abrazo.


………

El resto del día pasó con normalidad, a excepción del entrenamiento de animadoras, en el cuál casi me rompo la pierna al intentar hacer una de las piruetas que Tania me había ordenado hacer.

Finalmente descubrí que la capitana del equipo de las animadoras se llamaba Tania. En un solo día la había cogido demasiado rencor.

Miré la hora y marcaban las 23:45 por lo que decidí subir a mi habitación e intentar conciliar el sueño, ya que estaba demasiado cansada como para acompañar a Daniela, Alexandra y a María a la velada nocturna.

Me habían dicho que las veladas nocturnas eran la mejor parte del día ya que hacíamos talleres muy… interesantes, pero prefería dormir a hacer un estúpido taller que solo serviría para que a la mañana siguiente estuviese más cansada aún.

Subí las escaleras que me separaban de mi habitación y cuando fui a abrir la puerta una silueta masculina me lo impidió. Pequé un respingo y observé el rostro del chico, iluminado por al ténue luz de las velas colocadas en el medio de cada pasillo.

-Zayn- dije contemplando cada centímetro de su rostro. Su piel parecía más oscura de lo normal y su pelo parecía alborotado, en comparación con lo engominado que lo llevaba siempre.
-¿Qué haces aquí?- pregunté introduciendo la llave en su respectiva ranura, de modo que la puerta se abrió con un chasquido apenas perceptible para el oído humano.
-He venido a verte- dijo con una sonrisa pícara.
-¿A… mí?- pregunté con el miedo y la intriga corriéndome por las venas.
-Si- contestó apoyándose en la pared. Te he visto en la audición para entrar al equipo de las animadoras, y me has gustado… mucho- sus últimas palabras fueron demasiado provocativas como para mí, aunque logré contenerme.
-Lo he hecho por una amiga, en realidad no quería entrar en ese equipo ridículo- respondí mirando al suelo.
-Creo que has hecho bien al entrar.
-¿Por qué crees eso?
-En el club de las animadoras solo entran las mejores y tú eres muy buena- dijo acercándose a mí.
-¿Buena, en qué?- pregunté frunciendo el entrecejo.
-No sé… eso tienes que demostrármelo- dijo pegándose a mí.

Al notar su calor corporal, retrocedí varios pasos, lo suficiente como para alejarme de él pero no bastaron ya que volvió a acercarse. Seguí retrocediendo hasta que choqué con la dura superficie de la pared.

Juntó sus labios con los míos en un acompasado beso que se volvió ferozmente apasionado. Zayn introdujo sus manos  por el interior de mi camiseta tocando cada centímetro de mi torso.

-Muéstrame tus dotes- dijo levantándome la camiseta. Fue en ese momento cuando reaccioné. Sabía que no podía caer en su trampa, sin embargo había caído y ya no había vuelta atrás.
-¡Suéltame!- gruñí alejándome de él. Le miré con recelo y entré en la habitación.

Por desgracia Zayn fue más rápido que yo y antes de que pudiese cerrar la puerta me agarró del brazo muy suavemente.

Me miró directamente a los ojos y comenzó a mover los labios sensualmente pronunciando las palabras con cautela.

-Buenas noches princesa- dijo. En ese instante me deshice de su agarre y cerré la puerta en sus narices con toda la furia que se había acumulado en mi interior.

Me senté sobre la cama mientras una lágrima caía por mi mejilla. Aquel día había sido mi primer día en aquella residencia y ya había un chico que me trataba como a una cualquiera.

Esa noche me dormí llorando, incapaz de pensar en las buenas cosas que me habían pasado, que no eran muchas…



martes, 15 de octubre de 2013

CAPÍTULO 11: NUEVAS AMISTADES.

-Zayn cariño, ven conmigo- dijo una chica alta, con tirabuzones rubios callendole en cascada por los hombros. Me miró con furia y cogió a Zayn de la mano arrastrándole fuera de la estancia.
-Ya hablaremos- dijo haciendo un gesto con la mano a modo de despedida justo cuando salía por la puerta, arrastrado por aquella extraña chica vestida con un uniforme rojo compuesto por una camiseta de tirantes y una mini-falda.

Me apoyé en la pared y suspiré pesadamente. En ese momento un grupo de chicas se acercó a mí con paso decidido.

-¿Te gusta, verdad?- preguntó una de ellas. Era morena y tenía los ojos verdes. Esbozó una sonrisa mostrando una hilera de dientes rectos y blancos. Me sorprendí bastante ante la pregunta ya que nunca había entablado una conversación con aquella chica como para que me hiciese una pregunta tan… indiscreta.
-Yo soy María- dijo ella extendiéndome una mano. La acepté dudosa ya que no sabía si aquello era real o era una simple broma que les gastaban a las nuevas como yo.
-Yo soy _____- dije con una tímida sonrisa.
-Ella es Daniela- dijo María señalando a una chica de pelo largo marrón. Era más bien bajita y tenía los ojos marrones, bastante grandes.

Daniela hizo un gesto amable con la mano saludándome. Sonreí y me encogí de hombros a modo de respuesta.

-Yo soy Alexandra- dijo una chica rubia y alta cuyos ojos azules irradiaban felicidad y amabilidad. Llevaba el mismo uniforme rojo que la chica que había arrastrado a Zayn fuera de la sala.
-Encantada de conoceros- dije esbozando una sonrisa. La verdad es que me alegraba haber conocido a aquellas chicas pero seguía pensando que se trataba de una broma de mal gusto simplemente para hacerme creer que había conseguido amigas el primer día en un internado en el que nunca había estado.
-Bueno, ahora cuéntanos ¿Te gusta Zayn?- preguntó Daniela cogiéndome dulcemente del brazo. Ella y las demás chicas me llevaron hasta un pequeño balcón completamente vacío.

Fruncí el ceño ante la pregunta y negué con la cabeza. No me gustaba Zayn y no pensaba admitir algo que ni siquiera era cierto.

Alexandra hizo una mueca de inconformidad pero decidió pasar a otro tema.

-Cuéntanos algo de ti ¿De dónde eres?- preguntó la chica rubia.
-Yo nací en España pero al morir mi madre me fui a vivir a California con mi padre. Allí he pasado toda mi infancia y mi adolescencia- bajé la mirada al recordar los buenos momentos que había pasado en California con mi padre y mis antiguos amigos del instituto.
-¡Yo también soy de España!- gritó María emocionada. Sonreí sin darle demasiada importancia al asunto y miré a Daniela.
-¿Por qué has acudido a este “internado”?- preguntó Daniela haciendo comillas con los dedos.

Miré al suelo meditando mi respuesta. No quería exponer mi pasado a unas chicas que apenas conocía pero tampoco quería contarles algo que no era verdad, por lo que decidí ser breve.

-Mi padre murió y tuve que viajar a Los Ángeles, donde… tuve un pequeño accidente.- dije con lágrimas en los ojos. Recordar aquellos horribles momentos no era lo más gratificante que podría haber hecho.
-¿Qué tipo de accidente?- preguntó María ladeando la cabeza, curiosa. Puse los ojos en blanco y solté un bufido de resignación.
-Me… me secuestraron- susurré muy a mi pesar. Sabía que confesar aquello no habría sido la mejor opción pero ya que se me presentaba la oportunidad de tener “compañeras” no me habría gustado ocultarles nada.
-Vaya, lo siento- dijo Alexandra dándome un abrazo fugaz que me dejó bastante confusa. Asentí con una pequeña sonrisa ahuyentando los malos recuerdos.
-No te preocupes ______, nos tienes a nosotras- dijo Daniela tocándome el hombro comprensivamente.
-A partir de ahora seremos tus amigas- añadió María sentándose a mi lado.

Sonreí al comprobar que lo decía en serio. Acababa de conocer a unas chicas que según mi instinto serían unas grandes amigas en las que podría confiar.



……..

Caminaba por los pasillos de la residencia sin nada que hacer. Miraba a ambos lados intentando encontrar alguna cara conocida con la que pasar un rato agradable pero todos los que se cruzaban en mi camino era completos desconocidos.

Alexandra había ido a su entrenamiento diario en el equipo de animadoras y María se había ido a las clases de arte acompañada de Daniela. Rechacé su oferta de acompañarlas, algo de lo que me arrepentía enormemente.

Llegué a un gran patio cubierto de césped artificial. Era muy extenso. Tenía dos porterías situadas en los extremos del campo. Supuse que era un campo de futbol ya que había unas gradas que rodeaban toda la esplanada.

En el centro del campo había un grupo de chicas que daban saltos y agitaban unos pompones con energía. 

Supuse que eran animadoras ya que llevaban un traje rojo y blanco compuesto por una camiseta de tirantes corta y una mini-falda que solo tapaba las partes más íntimas.

Me subí a las gradas y me senté en la primera fila contemplando como las animadoras hacían piruetas y saltaban en el aíre.

Me asombró mucho ver lo elásticas que podían llegar a ser. De repente una de ellas se alejó del grupo y comenzó a correr hacía donde yo me encontraba.

-¡______!- gritó ella corriendo hacía las gradas. Entrecerré los ojos intentando distinguir su rostro pero no fui capaz de verla hasta que no estuvo a escasos metros de mí.
-¡Alexandra!- exclamé levantándome de un salto. Sonreí y le di un abrazo que apenas duró unos segundos.
-¿Qué haces aquí?- preguntó ella recogiéndose el pelo en una coleta alta.
-Intentando buscar alguna actividad con la que matar el tiempo- respondí sin ganas. La verdad es que no tenía ganas de hacer nada. Solo quería tumbarme en el césped y dormir hasta que el cansancio desapareciese de mi cuerpo. Estaba demasiado cansada como para hacer algo útil.
-¿Quieres unirte al grupo de las animadoras?- preguntó Alexandra con ilusión. Hice una mueca incapaz de responder a aquella pregunta- ¡Estaríamos juntas en el equipo!

Desde pequeña había jurado que jamás me uniría a uno de esos grupos de animadoras que solo se preocupaban por no estar gordas y mantener el tipo para poder ligarse a cualquier chico que se le cruzase por delante.

Quería negarme a su propuesta pero la ilusión que reflejaban los ojos de Alexandra me ablandó el corazón por lo que acepté a regañadientes.

-¡Bien!-  gritó ella cogiéndome de la muñeca. Me arrastró hasta el centro del campo donde varias chicas saltaban y hacían varias piruetas.
-Chicas, atención por favor- dijo Alexandra atrayendo la atención de todas las chicas allí presentes.
-Tenemos una nueva candidata para entrar en el club de las animadoras- dijo ella sonriendo a la vez que me señalaba con cierto nerviosismo. Sonreí dulcemente, algo que no debería de haber hecho ya que muchas me miraron con odio.
-¿Quién eres tú para decir eso?- preguntó una chica rubia cuya voz chillona resonó en mis oídos.

La chica se acercó a Alexandra y la miró desafiante. Alexandra bajó la mirada y susurró unas palabras que no fui capaz de entender. La miré con tristeza por la humillación que acababa de sufrir por culpa de la chica rubia con voz de pito.

-¿Cómo te llamas?- preguntó acercándose a mí.
-______- dije secamente.
-Bien ______ ponte este uniforme para hacer la prueba – dijo lanzándome un uniforme azul oscuro. Lo atrapé al aíre evitando que se cayese en el charco de barro situado justo delante de mí.
-¿Prueba?- pregunté enarcando una ceja. Alexandra no me había advertido de aquello. No quería hacer una prueba y menos aún si era para entrar en un grupo de animadoras donde la capitana era una rubia oxigenada con voz de pito que solo sabía dar órdenes.
-Tienes que hacer una prueba para entrar en este equipo- me explicó ella con fastidio- No pensarás entrar sin haber pasado antes una prueba. ¿Verdad?- preguntó ella.

Asentí tímidamente, lo que provocó que esta soltase una profunda carcajada que me erizó la piel.

Segundos después me señaló una puerta situada en el otro extremo del campo de futbol donde se podía leer “WC”

Suspiré y me dirigí al baño, donde me podría el uniforme.

“Toda mi vida intentando no ponerme en ridículo y la poca dignidad que aún conservó la voy a perder en una estúpida prueba”



Pensé resignada. Si iba a humillarme delante de todo el internado, lo haría de la mejor forma posible.


sábado, 12 de octubre de 2013

CAÍTULO 10: PRESENTACIONES

Subí las escaleras que daban a mi habitación, arrastrando los pies. La cena había transcurrido mejor de lo que me esperaba ya que las chicas eran todas bastante agradables, a excepción de algunas que solo intentaban llamar la atención.

Abrí la puerta de la habitación y me abalancé sobre la cama, deseando quedarme dormida. Tras varios minutos de reflexión caí en un profundo sueño que no duró mucho ya que me desperté varias horas después, incapaz de volver a conciliar el sueño.

Me levanté de la cama y salí de la habitación a tientas, debido a la oscuridad que lo inundaba todo a su alrededor.

Bajé las escaleras con cuidado de no tropezarme con nada. Bajé a la planta de abajo y comencé a recorrer los largos e interminables pasillos que se extendían indefinidamente a  lo largo del edificio. Llegué a un pequeño salón con varios sofás y una pequeña mesa de caoba decorada con un mantel bordado con tela de seda.

Recorrí la estancia con la mirada y visualicé una pequeña puerta de cristal que permanecía medio abierta, dejando que el frío del amanecer se filtrase por ella.

Me acerqué lentamente y la abrí completamente, de modo que pude observar un extenso y amplio jardín donde crecían hermosas flores de todas las tonalidades y tamaños posibles.

Comencé a pasear por el jardín observándolo todo a mí alrededor.

Encontré varios bancos situados al lado de una pequeña fuente que escupía finos chorros de agua. Me senté y contemplé el paisaje, iluminado por la tenue luz de la luna.

Reflexioné acerca de todo lo que había pasado en tan solo un día. Todo había sucedido demasiado rápido. Dejé caer mi cabeza entre mis manos, intentando que las lágrimas no saliesen de mis ojos, lo que no sirvió de mucho ya que a los pocos segundos tenía el rostro humedecido.

-Hola- dijo una voz detrás de mí. En vez de girarme, me dediqué a secarme las lágrimas lo más disimuladamente posible. A juzgar por su voz era un chico.

Este se sentó en el banco y me dedicó una rápida mirada, pero decidí no mirarle.

No quería que notase que había estado llorando y comenzase a hacerme un interrogatorio como todos solían hacerlo en este tipo de casos.

-¿Eres nueva verdad?- preguntó el chico cuya voz sonaba dulce y cálida.

Asentí levantando la mirada para mirar al chico a los ojos. Para mi sorpresa era el mismo chico que había entrado en mi habitación para entregarme las toallas.

-¿Cómo te llamas?- preguntó él intentando captar mi atención.
-________ ¿Y tú?- pregunté toqueteando los pétalos de una flor que había encontrado tirada en el suelo.
-Yo soy Zayn- dijo él esbozando una sonrisa. Asentí intentando disimular el gran desinterés que sentía por él y por su vida. No quería parecer maleducada pero no me interesaban ni la vida ni los problemas de nadie.

Ya tenía suficiente con mis problemas como para resolver los problemas de los demás.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí?- pregunté mirándole a los ojos. Esos ojos marrones tan profundos que acababa de descubrir.
-Varios años- dijo Zayn con una sonrisa- casi ni me acuerdo del tiempo que he pasado encerado en este internado
-¿Por qué llegaste?- yo misma me sorprendí ante mi propia pregunta ya que aquello no era precisamente lo que me habría interesado saber sobre él.
-Bueno…  mis padres murieron en un accidente- dijo secamente. Su vista se cristalizó y unas pequeñas lágrimas salieron de sus ojos aterrizando en el suelo.
-Lo… lo siento- dije poniéndole una mano en la espalda a modo de consuelo.
-No pasa nada- dijo él levantando la vista- todos me lo dicen pero… no me gusta que lo hagan.

Su confesión me dejó bastante aturdida ya que no sabía a lo que se refería exactamente.

-¿Por qué?- pregunté con cierta confianza. Es cierto que acababa de conocer a Zayn pero los minutos que habíamos estado hablando me habían bastado para darme cuenta de que era el tipo de chico con el que podría desahogarme. Tímido, reservado y muy educado.
-No me gusta darle lástima a la gente y eso es lo que sientes por mi ahora mismo- dijo Zayn levantándose y alejándose de mí.

Me quedé sentada, observando como Zayn se alejaba, andando pesadamente en la oscuridad hasta que su anatomía desapareció por completo entre la niebla que lo cubría todo.

Me levanté con cautela, intentando no hacer mucho ruido y caminé hasta mi habitación, que aguardaba a mi llegada.

…….

Los pájaros piaban de manera insistente impidiéndome seguir soñando en un mundo donde no existían secuestradores, chicos tímidos y jardines con flores.

Me levanté de la cama arrastrando los pies y me dirigí al baño para ducharme. Cuando salí de este, abrí el armario, encontrándome de nuevo frente a toda esa cantidad de ropa.

Tardé bastante en decidir la ropa que me pondría pero finalmente elegí un conjunto que según mi criterio era perfecto para el primer día en una residencia donde no conocía a nadie:



Me peiné y bajé a la planta principal, donde un cúmulo de adolescentes se reunían en torno a la puerta principal del comedor.

Todos iban informales respecto a sus atuendos aunque había algunas chicas que llevaban faldas demasiado cortas como para considerarse una prenda de vestir decente. Más bien eran faldas faltas de tela.

Entré en el comedor a trompicones y me encontré con una larga mesa rectangular llena de exquisitos manjares dispuestos a ser devorados por su público, que los contemplaba expectantes.

-Bien, chicos, sentaros en vuestros asientos- dijo una mujer de una edad aproximada a cuarenta años, con el pelo negro y algunas arrugas asomando por la comisura de sus labios.
-Hoy es un día muy especial- comenzó a decir la mujer- ya que tenemos una nueva compañera en la residencia- finalizó la frase señalándome a mi.

Todos clavaron sus miradas en mí, de manera que no tuve más opción que sonreír y mostrarme amable.

-Hola- dije haciendo un gesto delicado con la mano- soy _______.

Todos me miraron, algunos con admiración y otros con odio, pero todos mantenían la vista fija sobre mí.

-Bien, una vez echas las presentaciones, podéis comenzar a comer- anunció la mujer con una sonrisa. Todos comenzaron a atacar a los platos, comiendo más y más sin cansarse. Me quedé quieta con la mirada fija en mi plato vacío, mientras veía como los demás comían y reían disfrutando del momento.
-¿No vas a comer nada?- preguntó una chica situada a mi lado. La miré de reojo con impaciencia.
-No… no me apetece comer nada- dije mirando mi plato vacío.

La chica me miró fijamente esperando alguna reacción por mi parte, sin embargo yo me mostré pasiva.

Pasaron los minutos los cuales se me hacían eternos, hasta que por fin nos dejaron salir de aquel comedor. Me apoyé en una pared observando como todos los chicos y chicas, hablaban y reían animadamente, mientras que yo, estaba apoyada en una pared, sin hacer nada.

-Hola- dijo una voz un tanto conocida para mí. Me giré y me encontré con esos ojos marrones que me habían cautivado la noche anterior.
-Hola- respondí tímidamente. Sonreí y miré a ambos lados de la estancia asegurándome de que nadie nos estuviese observando pero me equivocaba ya que un grupo de chicas cuchicheaba mirándonos con rencor. 

Pasé por alto aquel detalle pero no estuve alerta para poder reaccionar a lo que ocurrió a continuación…



martes, 8 de octubre de 2013

CAPÍTULO 9: INTERNADO “FORGIVE”

Llegamos a una gran llanura rocosa situada a varios kilómetros del centro de Los Ángeles. El lugar era un gran terreno compuesto por varios edificios de distintos colores.

-Ya hemos llegado- anunció Laura saliendo del descapotable. Me quedé varios segundos observando la gran mansión que tenía justo delante.
-Vamos, no seas tímida- dijo Harry agarrándome de la muñeca para conducirme al interior de la casa. Entré acompañada de los tres chicos y de Daniela, la cual no pronunció ni una palabra.
-Es… preciosa- dije contemplando los cuadros, los muebles y todos los espejos que rodeaban el gran recibidor.
-Preciosa y muy valiosa- dijo Harry acercándose a mí- esta casa fue la sede del ACL durante varios años, hasta que tuvieron que huir para no ser descubiertos por la policía.

Hice una mueca y miré a mi alrededor.

-¿Qué es la ACL?- pregunté.
-Es la Asociación Contra la Ley- me explicó Harry- son los que se dedican a secuestrar jóvenes , utilizarlos para hacer su propio bien y después… los matan o los abandonan en un desierto a su suerte.

Me estremecí al oír aquellas palabras.

“Así que Louis trabajaba para la ACL, la empresa que mandó que me secuestraran”.

-¿Hay mucha más gente que haya sufrido secuestros?- pregunté mirando a mi alrededor. Había varios adolescentes conversando tranquilamente en bancos situados en las esquinas del recibidor.
-Todos los que se hospedan aquí, o bien han sido víctimas de la ACL o son huérfanos- me informó el chico rubio.

Asentí y volví a mirar a mi alrededor.

-¿Y por qué os hospedasteis en una mansión abandonada?- pregunté con las manos en la cintura.
-Decidimos crear una fundación para personas sin hogar, y compramos esta gran mansión. Está bastante apartada de la cuidad por lo que es muy difícil localizarla.
-Teníamos que asegurarnos que los que viviesen aquí se encontrasen completamente seguros, las 24h del día.
-¿Entonces estáis en contra de la ACL?- pregunté frunciendo el ceño.
-Sí. La organización tiene miles de empresas por todo el mundo que se dedican a rescatar o a acoger gente que no tiene hogar.

Me quedé varios segundos analizando la situación hasta que caí en un pequeño detalle del que no me había dado cuenta antes.

-¡Vosotros sois los que visitasteis a Louis el día que me escapé!- grité horrorizada. Pude notar la sorpresa en sus rostros ya que seguramente no se esperaban una acusación de ese tipo.
-Si fuimos nosotros- dijo Harry acercándose poco a poco a mí- pero todo tiene una explicación.
-No necesito que me expliquéis nada- dije acercándome a la puerta principal- vosotros trabajáis para la ACL- dije y en cuestión de segundos me encontraba corriendo fuera de la mansión, para esconderme en algún lugar donde no pudiesen encontrarme.

Comencé a correr por la carretera intentando ocultarme para no ser vista pero mis intentos no dieron resultado ya que tras correr varios metros, me topé con ellos.

Iban montados en el coche por lo que podría escapar por cualquier otra dirección pero la voz de Laura me hizo reflexionar durante unos segundos.

-______, por favor escúchame- rogó bajando del coche.

La miré con desconfianza marcando terreno, de manera que no pudiese acercarse demasiado a mí.

-Nosotros solo te queremos ayudar. Si, visitamos a Louis en su casa pero lo hicimos para poder ayudarte a escapar de allí. ¿O crees que por casualidad vamos a visitar a un delincuente justo en la casa donde tiene secuestrada a una chica, con la intención de matarla?

Sus palabras no me convencieron por completo, pero sí lo suficiente como para dejar que Laura se acercase a mí.

-Cuando te vimos escapar y tirarte al estanque pensábamos que te habíamos perdido por completo pero nos informaron de que seguías viva así que decidimos hacerle una visita a Liam y de paso ver cómo te encontrabas. Pero cuando quisimos ir a visitarte, Liam nos dijo que habías huido por un pequeño malentendido que habíais tenido entre vosotros.

Me sonrojé por las últimas palabras de Laura. Analicé sus palabras y me di cuenta de algo que no encajaba.

-¿Cómo sabíais que vivía en la cabaña de Liam? ¿Él también trabaja para vosotros?
-______ nuestra asociación es mucho más grande de lo que tú crees- objetó Harry asomándose por la ventanilla del descapotable rojo.
-Ya veo- murmuré poniendo los ojos en blanco.
-Liam trabaja para nosotros y mucha más gente que tú conoces trabaja en la asociación- dijo Laura con una cálida sonrisa.
-Es curioso que un chico que trabaje para vosotros viva en un bosque perdido en medio del mundo ¿No crees?- pregunté mirando a Laura.
-No es nada curioso- respondió el chico rubio con seriedad- simplemente vive lo suficientemente cerca de la mansión de Louis como para vigilarle y estar alerta por si secuestra a alguien.

   ››‏¿Cómo crees sino que conseguimos localizarte? Liam fue el que dio la señal de alerta cuando notó algo sospechoso en la actitud de Louis.

Le miré fijamente a los ojos intentando averiguar si mentía o no pero la distancia entre ambos no me permitía ver con claridad.

-Entonces, todo fue un complot que vosotros formasteis para salvarme ¿Me equivoco?- pregunté enarcando una ceja.
-Estás en lo cierto- afirmó Harry con una sonrisa incorporándose en su asiento del co-piloto.
-Ahora, si no te importa ¿Podrías volver con nosotros al internado?- preguntó el chico rubio fulminándome con la mirada. Asentí y me metí en el coche, donde fuimos de vuelta a la residencia.

…….

-Y esta es tu habitación- Me indicó Laura enseñándome la que sería mi habitación de ahora en adelante. -Espero que te guste.

Hice caso omiso de su último comentario ya que la habitación no era precisamente de mi agrado. La pintura de las ventanas estaba seca y dañada, las paredes tenían manchas grisáceas, producto de la humedad y los muebles eran del siglo pasado.

Resoplé pensando en todo lo que tendría que trabajar para lograr que la habitación llegase a ser de mi agrado.

-¿Ocurre algo?- preguntó Laura mirándome con confusión.

Deseaba poder haberle respondido “Si, pasa que hace tan solo una semana me encontraba perdida en medio del bosque y ahora estoy aquí, haciendo planes para decorar una habitación situada en la casa de unos extraños que intentan protegerme” sin embargo tuve que sonreír y responder con toda la normalidad del mundo.

-No, estoy bien.
-En ese caso, te dejo unos minutos sola- dijo Daniela- en media hora es la cena, sé puntual.

Salió de la habitación dejándome sola en aquel lugar que en esos momentos era totalmente desconocido para mí. Me recosté en la cama y apoyé mi cabeza sobre la mullida almohada, intentando no soltar las lágrimas que amenazaban con salir si no me controlaba.

Me sentía perdida. Me sentía sola. Me sentía confusa. Necesitaba desahogarme con alguien que me apoyase y comprendiese mi situación y no estaba ni en el lugar ni en el momento apropiado.

Unos golpecitos en la puerta interrumpieron mi llanto, por lo que tuve que esbozar una sonrisa y fingir que no había pasado nada.

-¿Puedo pasar?- preguntó un chico asomando la cabeza a través de la puerta. Asentí con una sonrisa.

El chico era alto, moreno y con la piel ligeramente tostada por el sol. Su pelo se elevaba en un elegante tupé de color café que me resultó irremediablemente sexy.

-Venía atraerte unas toallas limpias, por si las necesitas- dijo tímidamente entregándome varias toallas blancas, perfectamente dobladas.
-Gracias- dije riendo por su manera de actuar. Era tímido y reservado y según mi prototipo de chico, eran las cualidades más tiernas que podría tener un chico.

Agitó la mano en el aire a modo de despedida y salió dando un portazo que mayoritariamente fue provocado por el aíre que se filtraba a través de las rendijas de la ventana.

Cogí las toallas y me dirigí al baño para ducharme. No era tan pequeño como yo creía ya que constaba con una bañera y un mini jacuzzi con agua hirviendo y chorros de agua helada que moderaban la temperatura del agua.

Me quité la ropa y me metí en la bañera intentando olvidarme de todo aquello que me rodeaba. Disfruté del baño ya que hacía varias semanas que no me bañaba, por lo que notar el agua resbalarse sobre mi cuerpo era de lo más gratificante.

Tras 20 largos minutos disfrutando del agua, decidí salir ya que no quedaba mucho tiempo para la hora de la cena y debía ser puntual. Me sequé con las toallas que me había entregado aquel chico y salí en busca de algo limpio que ponerme.

La ropa que llevaba estaba limpia, ya que Liam se había tomado la molestia de lavarla, pero en esos momentos no era de mi agrado, así que decidí buscar algo con lo que me sintiese cómoda

Me acerqué a un enorme armario y lo abrí con cuidado. Las puertas chirriaron a medida que se abrían y cuando se abrieron por completo pude ver como dentro de este había un largo pasillo con infinidad de ropa.

Además de conjuntos para todas las épocas del año, el armario constaba con varios diseños de zapatos en múltiples colores y una colección de gafas de una marca totalmente chic.

Di una vuelta sobre mi misma admirando todo aquello que me rodeaba hasta que caí al suelo por el mareo que me había producido aquello.

Me levanté con la toalla resbalando por mi piel, por lo que tuve que sujetarla para no quedarme completamente desnuda. Observé toda aquella colección de ropa decidiendo qué ponerme hasta que me decanté por este conjunto:



Me vestí y cuando finalmente terminé de arreglarme me miré en el espejo.

-Es demasiado lujoso para una cena- susurré comprobando que el vestido me quedase bien entallado.

Dejé pasar aquel comentario por alto y me dirigí a la puerta, abriéndola por completo. Salí al pasillo donde cientos de chicos y chicas hablaban animadamente.

En ese momento me di cuenta de que lo que había dicho era totalmente cierto ya que no era la única chica en aquel lugar.


sábado, 5 de octubre de 2013

CAPÍTULO 8: SIN SENTIDO

Llegué a la cabaña jadeando con el sudor empapándome la frente. Me apoyé en la pared intentando recobrar el aliento que había perdido al correr por el bosque. Estaba asustada, muy asustada y no sabía qué hacer.

Cogí la ropa que Liam me había lavado recientemente y la metí en una pequeña cesta de ramas secas. Salí por la puerta de la cabaña, y justo en ese momento me topé con Liam cuyo rostro estaba enrojecido por el cansancio que había supuesto correr, bosque a través para llegar hasta la cabaña.

-¿Dónde vas?- preguntó observando la bolsa en la que había metido mis pertenencias.
-Me voy de aquí- dije sin siquiera mirarle a los ojos- quiero volver a casa. Quiero volver a ser como antes. 

Quiero volver a sentir esa felicidad de estar rodeado por tus familiares- una lágrima rodó por mi mejilla, cayendo al suelo con un sonido casi imperceptible.

-Pero ______, no puedes irte- dijo Liam agarrándome de la muñeca, que aún seguía vendada.
-Sí, puedo y lo voy a hacer. No puedo quedarme aquí eternamente- le dije con una mirada seria- Antes o después llegaría el momento de despedirse y ese momento acaba de llegar.
-Bueno… al menos déjame acompañarte- se ofreció Liam con la tristeza reflejada en sus ojos.
-No- respondí- ya has hecho muchas cosas por mí, y no quiero causarte más problemas- dije intentando soportar las lágrimas. Odiaba las despedidas y aquello era sin duda, una de las peores despedidas que había vivido jamás.

Comencé a andar hacía la carretera, donde seguramente haría autostop para que alguien me llevase de vuelta a mi hogar.

Esperé varios minutos a que pasara algún coche, sin embargo la carretera seguía desierta. Tras un largo rato de espera, pasó una furgoneta blanca, cuyo motor rechinaba a cada paso que daba.

Extendí mi brazo y levanté el pulgar de mi mano derecha intentando que la furgoneta parase pero esta pasó de largo.

Minutos después pasaron varios coches que no prestaron demasiada atención a mi señal. Finalmente me di por vencida ya que sabía que no conseguiría hacer parar a ningún choche, aunque me equivocaba.

Una hora después de estar sentada en el asfalto de la carretera, pasó un descapotable rojo que se paró justo en frente de mí.

-Hey, ¿Quieres que te llevemos?- preguntó un chico rubio. Estaba acompañado por otros dos chicos y una chica que me miraba seriamente, estudiándome con cautela.

Asentí y me levanté intentando ocultar la bolsa donde guardaba el resto de la ropa.

-Sube - dijo uno de ellos. Me acerqué lentamente hasta donde se encontraba el coche y cogí aire antes de entrar en el coche. Me situé en la parte de atrás donde se encontraba la chica,la cual me miraba fijamente.
-¡Hola!- exclamó ella. Su pelo era marrón y varios rizos caían en cascada sobre sus hombros de manera seductora.
-Hola- respondí con una sonrisa tímida. No solía mostrar ese tipo de timidez con las personas pero tampoco era el tipo de chica que se sueltan a hablar en cuanto conocen a alguien.
-¿Cómo te llamas?- preguntó la chica de los rizos- Yo soy Laura.
-Yo soy _______- dije con una sonrisa tímida.

Daniela sonrió y comenzó a contarme anécdotas graciosas acerca del viaje que habían hecho. Pasaron varios minutos hasta que llegamos a una pequeña cafetería situada en medio de la autopista.

-Esperadme aquí, voy a comprar algo para tomar por el camino- dijo el chico rubio. Laura asintió y miró por la pequeña ventanilla situada justo a su derecha.
-Yo soy Harry- dijo un chico con el pelo rizado. Su sonrisa era más seductora de lo que jamás podría haber imaginado y las gafas de sol que llevaba realzaban su rostro ovalado.
-Yo me llamo _____- dije con una sonrisa.
-¿Qué te trae por aquí?- preguntó incorporándose de manera que pudiese mirarme fijamente a los ojos.

No me esperaba aquella pregunta. No sabía que responderle. ¿Debía contarle la verdad para que ellos me ayudasen a denunciar a Louis y a la empresa en la que trabajaba él? Negué con la cabeza ahuyentando esos pensamientos.

No podía decírselo a nadie. No debía confiar en nadie, solo en mí misma.

-He estado pasando un fin de semana con un amigo- mentí. Sabía muy bien que no podía contar lo del secuestro a nadie que no fuese la policía.
-¿Y qué ha pasado con tu amigo?- preguntó Daniela. Fruncí el ceño sin comprender la pregunta- ¿Por qué vuelves sola?

Medité mi pregunta durante varios segundos hasta que la mirada de Laura me obligó a responder.

-Bueno… hemos tenido una pequeña discursión y he decidido venir por mi cuenta- respondí. No había mentido del todo ya que estaba realmente enfadada con Liam por haberme besado de esa manera.

No me gustaba que los chicos pensasen que era una chica fácil. Al contrario, me gustaban los chicos que me respetasen y me quisiesen por mis sentimientos y no por mi físico.

El chico rubio volvió al coche y condujo rumbo a Los Ángeles. Pasaron varias horas hasta que llegamos a nuestro destino.

-¿Dónde vives?- preguntó Harry sin quitar la vista de la carretera.

Miré al suelo, y me armé de valor para responder aquella respuesta.

-No tengo hogar- respondí mientras una lágrima caía por mi mejilla.
-¿A qué te refieres con que no tienes hogar?- preguntó el chico rubio.
-Eh… bueno… yo fui secuestrada y todos piensan que he muerto- solté de repente. Bajé la mirada y noté como todos me miraban perplejos. Comencé a sollozar y segundos después noté el brazo de Laura  cubriéndome la espalda.
-_____ no te preocupes, nosotros podemos ayudarte- dijo el chico que no había hablado hasta ahora. No me había percatado de su presencia hasta aquel momento en el que sus ojos marrones me miraban duramente.
-¿Cómo? ¿Diciéndole a todo el mundo que estoy loca? No puedo hacer nada, todos creen que estoy muerta- dije casi gritando.
-Yo también fui secuestrada- dijo Laura con la mirada perdida en el horizonte- me secuestraron y logré escapar pero Lucy no tuvo la misma suerte que yo.
-¿Quién es Lucy?- pregunté frunciendo el entrecejo.
-Lucy era mi mejor amiga. Ella también fue secuestrada, pero no logró huir y… murió- me pareció increíble lo firme que se mantuvo Laura al contar aquella historia.
-Lo… lo siento mucho, de verdad- dije en un intento por consolarla aunque la que de verdad necesitaba consuelo era yo.
-No te preocupes- dijo con una sonrisa- estoy acostumbrada a contar este tipo de historias a las personas que se sienten como  tú.

Asentí y miré al horizonte en busca de una solución al problema que se avecinaba.

-¿Y mientras yo qué voy a hacer?- pregunté pensando en algún lugar donde poder hospedarme al menos por un noche.
-Te hospedarás en una residencia- dijo Laura con una sonrisa. Al escuchar aquello, la miré con una sonrisa incapaz de ocultar mi expresión.
-¿Residencia?- pregunté con ojos brillantes por la emoción.
-Más bien es un internado pero en ella viven muchos chicos y chicas más o menos de tu edad- me explicó ella.
-¿Lo dices de verdad?- pregunté con ilusión.
-Por supuesto-respondió Laura.
-Pero… primero necesito ir a la policía. Debo denunciar mi secuestro- objeté mirando al chico que aún no se había presentado.
-¡No!- gritó Harry con voz ronca. Le miré extrañada por su reacción.
-En la policía trabaja mucha gente que se dedica a ayudar en los secuestros. Lo único que conseguirías yendo a la policía es empeorar las cosas- dijo el chico de ojos marrones mirándome fijamente.
-¿Y por qué tendría que empeorar las cosas?
-Te pedirían la dirección de tu casa y tu teléfono y si llegan a localizarte, estás perdida- dijo Harry.

Sus palabras me asustaron tanto que descarté la idea de ir a la policía y denunciar mi secuestro.

-Eso mismo le pasó a Lucy- dijo Harry sin despegar la vista de la carretera.
-¿Qué le pasó?- pregunté casi sin pensar aunque segundos después de haber formulado aquella pregunta me arrepentí enormemente de haberlo hecho ya que era un asunto personal que no me importaba en absoluto.
-Ella fue secuestrada por los mismos hombres que te secuestraron a ti- comenzó a explicar Laura- y tras varios meses de estar encerrada consiguió escapar.

Imaginé la tortura que sería estar encerrada en un cuarto oscuro durante meses. Ni siquiera yo habría conseguido aguantar más de 3 semanas en la mansión donde Louis me había encerrado.

-Después de escapar volvió a su casa y allí avisó a la policía y ellos le pidieron la dirección de su casa junto con sus datos personales- explicó Laura gesticulando con las manos- varios días después unos familiares suyos que iban de visita la encontraron muerta en su habitación.

Al oír aquella historia, me tapé la cara con ambas manos, demasiado asustada como para decir algo.

-Todos creyeron que la causa de su muerte había sido un infarto, pero nosotros investigamos acerca del caso y descubrimos que no fue así- dijo Harry girándose para mirarme fijamente a los ojos- Lucy había muerto por envenenamiento.
-¿Cómo la envenenaron?- pregunté con cierta curiosidad.

-Eso no lo hemos llegado a averiguar. Lo único que sabemos es que fueron ellos los autores del asesinato- dijo Harry con seriedad- Y si no eres lo suficientemente inteligente como para huir de ellos, tú serás su próxima víctima.


martes, 1 de octubre de 2013

CAPÍTULO 7: BESO

Los primeros rayos de sol se filtraban por las rendijas de la ventana. Di varias vueltas en la cama hasta que me decidí a salir de esta. Miré a mi alrededor en busca de Liam, pero no había rastro suyo.

Me envolví en la sábana y salí al exterior donde me encontré con Liam, cuyo medio  de entretenimiento se basaba en cortar madera con un hacha afilada.

-Buenos días- dijo sin mirarme. Me quedé parada observándole con detenimiento. Llevaba unos vaqueros desgastados y una camiseta de cuadros rojos y azules.
-¿Qué haces?- pregunté acercándome a él. Me situé a su lado, lo suficientemente cerca del hacha como para observarla con precisión.
-Tallando madera- me respondió girándose para a continuación entrar en la cabaña. Me quedé allí, mirando al vació mientras una lágrima se resbalaba por mi mejilla.

¿Por qué lloraba? No lo sabía con exactitud, pero en ese momento me hubiera gustado tener a alguien que me consolase.

Entré dentro de la cabaña y me senté en una silla de madera, cuyos reposabrazos estaban adornados con dibujos exóticos. Me sequé las lágrimas que habían precedido a la primera y contemplé a Liam durante unos instantes, hasta que me devolvió la mirada.

-¿Quieres comer algo?- preguntó abriendo un pequeño estante situado al lado de un pequeño barreño lleno de agua. Sopesé mi respuesta durante varios segundos, preguntándome a mí misma si realmente queríaque causar tanta molestia en alguien que me había salvado la vida.
-No, gracias- respondí con una sonrisa cálida, agradeciendo su propuesta.

Al oír aquello, se giró y me miró con los ojos entrecerrados.

-¿No tienes hambre?- preguntó con una mirada seria. Negué con la cabeza y esbocé una pequeña sonrisa.
-En ese caso, no tendré más remedio que obligarte a comer- dijo esbozando una sonrisa pícara. Aquel gesto me produjo mucha ternura a pesar de que no sabía a lo que se refería.

Se acercó a mí con un plato lleno de fruta troceada y me acercó uno de los trozos a la boca. Reí ante aquel acto, pero a Liam no le produjo tanta risa.

Le quité el plato de las manos y me senté en la mesa dispuesta a comerme lo que Liam me había ofrecido.
Comencé a comer  y cuando terminé le entregué el plato a Liam.

-Gracias- susurré tímidamente. Liam se limitó a asentir con la cabeza.

Pasaron horas en incluso días. Había pensado varias veces en volver a Los Ángeles pero Liam me había quitado la idea de la cabeza. Según él mi salud aún estaba muy delicada y tenía que esperar varios días.

Un día, mientras ordenaba algunos utensilios descolocados, Liam se acercó a mí.

-¿Qué es eso?- pregunté contemplando los extraños objetos que traía entre las manos.
-Esto es un arco- dijo levantando el largo palo curvado de madera terminando en punta- y esto es un carcaj- señaló el cilindro de madera donde había varias flechas.

Observé aquellos objetos preguntándome qué haría Liam con ellos.

-¿Qué vas a hacer con ellos?- pregunté señalando con el dedo índice el carcaj y el arco.
-Enseñarte a lanzar flechas- respondió Liam entregándome el arco y varias flechas. Le miré desconcertada, esperando a que me explicase qué había querido decir con que me quería enseñar a lanzar flechas.
-Llevas aquí varios días y creo que necesitas aprender a hacer algo útil- dijo haciendo un gesto para que le siguiera. Fruncí el entrecejo sin saber muy bien si darme por aludida o tomármelo como un simple consejo.

Decidí pasar aquel detalle por alto.

Atravesamos la verja que separaba la cabaña con el bosque y comenzamos a andar hacía lo desconocido. 

Las ramas me rozaban las piernas y los mosquitos me atacaban salvajemente produciéndome rozaduras por todos lados.

Tras andar lo que me pareció una eternidad, llegamos a un pequeño claro en el bosque donde había varias dianas colocadas alrededor del círculo que formaba aquel espacio sin árboles.

-Bien, voy a enseñarte como lanzar una flecha correctamente- se acercó a mí y me cogió de los dos brazos obligándome a subirlos de manera que mis brazos sostenían el arco firmemente. Liam sacó una flecha de su carcaj y la posicionó en una pequeña endidura de la flecha, situada en uno de los laterales del arco.
-Tira ligeramente de la cuerda para atrás- me indicó señalando una cuerda elástica que sostenía a la flecha. Hice lo que me indicó hasta que no fue posible estirar más la cuerda.- Ahora suéltala- dudé unos segundos hasta que decidí hacer lo que Liam me había dicho.

Solté la flecha y está se clavó en el centro de la diana. Me sorprendí bastante haber tirado con tanta precisión.



-Para ser tu primera vez no está nada mal- dijo Liam arrancando la flecha de la diana.
-¿Cómo sabes que es mi primera vez?- pregunté dejando el arco en el suelo y frotándome las manos.
-Solo hay que ver cómo pones los brazos para saber que es la primera vez que haces este tipo de ejercicios- dijo Liam sin prestarme mucha atención. Le miré con recelo y me crucé de brazos, intentando parecer ofendida aunque en realidad su comentario no me había afectado en lo más mínimo.

Antes o después de daría cuenta de que yo era una adinerada chica de cuidad criada en una gran mansión lujosa.

-Pues solo hay que ver como caminas para saber que vives en una cabaña aislada del mundo- dije acercándome a él amenazante. Liam levantó la cabeza y me miró frunciendo el entrecejo.
-Me has ofendido- dijo poniendo una voz de pito, haciendo como que me imitaba. Aquel gesto fue el que realmente me sacó  de mis casillas.
-Creo que al menos yo tengo sentimientos- dije acercándome un poco más a él. Su aliento chocaba con el mío y podía observar con claridad el marrón intenso de sus ojos.

Se acercó a mí hasta que nuestros cuerpos se juntaron completamente. Liam acercó su mano a mi pelo y comenzó a acariciarlo lentamente.

-Eres preciosa- dijo posicionando sus labios sobre los míos. Al principio el beso fue lento y tímido pero pasados vario segundos la pasión nos inundó por completo. Nuestras lenguas jugaban eufóricamente entre ellas mientras una lluvia de sentimientos me recorrió por completo.

Liam introdujo las manos por mi camiseta y comenzó a rastrear la zona con entusiasmo. Agarré el cuello de su camisa y la levanté hasta que conseguí quitársela. La tiré al suelo y seguí besándole pasionalmente.

-Liam- gemí excitada- para por favor.

Sabía que no podía hacerlo. Sabía que no debía caer en la tentación. Sabía que tenía que controlarme. Lo sabía y no quise obedecer a lo que mi mente me dictaba, por lo que debería de atenerme a las consecuencias.