Me levanté, impulsada por el incesante ruido provocado por
el cierre constante de la puerta de salida. Noté una pequeña sacudida en el
costado, justo donde Zayn me había pegado una patada y gemí de dolor ante tal
contacto.
-¡_____! Despierta- susurró alguien cuya voz me resultaba
muy familiar. Giré la cabeza en sentido opuesto a la figura difuminada que
tenía delante y miré hacia el lado opuesto donde antes había una cama libre.
Antes…
Dí un respingo al ver una figura oscura sentada en el
colchón de la cama de enfrente, observándome con cautela. Enfoqué mi mirada
hacía aquel rostro que cada vez veía con más nitidez hasta que pude observarlo
por completo.
-¿Qué haces aquí, Zayn?- pregunté con dureza.
Me miró sorprendido por mi reacción pero no dijo nada. Se
limitó a mirarme fijamente con los ojos clavados en mí y en mi cuerpo
semi-desnudo.
Al cabo de unos pocos segundos me dí cuenta de que mi
anatomía estaba sencillamente cubierta por un fino camisón de seda que había
sido el regalo de mi padre el día de mi decimosexto cumpleaños.
Me tapé con las sábanas y miré al suelo avergonzada. Tras
unos segundos en silencio y volví mi mirada hacía le rostro de Zayn y contemplé
lo que me pareció un atisbo de sonrisa.
-Esa cama está ocupada- mentí.
-Me parece que Alexandra y María no opinan lo mismo.- Me
respondió Zayn con amabilidad. Miré a mi derecha encontrándome con las miradas
cómplices de Alexandra y María las cuales reían y cuchicheaban divertidas. Las
fulminé con la mirada.
-¿Por qué me mirabas?- pregunté entrecerrando los ojos buscando
sus intenciones.
-¿Te crees que te miraba a ti?- preguntó enarcando una ceja-
Se levantó y me miró inexpresivo- No creas que porque te mire ya esté locamente
enamorado de ti, ______.
Atravesó el pasillo que separaba las dos filas de literas y
abrió la puerta preparado para irse pero antes de hacerlo gritó:
-No todo gira a tu alrededor.
Sus palabras me hirieron como cuchillos punzantes que se clavaban
en un herida a medio cicatrizar, abriéndola de nuevo. ¿A qué se había referido
Zayn con aquello de que no todo giraba a mi alrededor?
Sacudí la cabeza intentando olvidar aquellas palabras que
tanto me sorprendieron.
¿De verdad Zayn pensaba eso de mí? ¿Tan mala impresión le
había causado?
Me dirigí al baño para cambiarme de ropa sin pronunciar ni
una sola palabra más.
…….
Liam explicaba fervilmente en qué consistiría el
entrenamiento de hoy.
Tras varios días de lucha libre, este había decidido que
cambiaríamos a un ejercicio en el que deberíamos “superar nuestros miedos”.
-El ejercicio consiste en registrar el mayor miedo que
tengáis y someteros a una prueba en la que podáis superarla. En este caso el
porcentaje de personas que tienen miedo al agua es de un 80% por lo que haremos
una expedición al lago y una vez allí os explicaré en qué consistirá el
ejercicio.
Noté una presión en el estómago. No eran nervios sino miedo.
Siempre le había temido al agua pero desde que salté a aquel estanque en el que
casi me ahogo, le tenía verdadero pavor al agua.
Miré horrorizada a Liam, el cuál me devolvió la mirada sin
expresión alguna, como si no tuviese ni la más remota idea de lo que le hablaba, a pesar de que lo sabía.
Él me había salvado la vida el día que casi me ahogo en el
estanque y lo más seguro es que al hacer aquella sugerencia para “el nuevo
ejercicio” tuviese muy presente la idea de que además de que yo no era capaz de
nadar, me negaría a hacer cualquier cosa que tuviese que ver con el agua, y eso
me traería serios problemas.
-Seguidme- ordenó Liam saliendo de la sala de entrenamiento.
Todos nos levantamos y le seguimos.
Salimos del internado, lo cual me
sorprendió bastante ya que desde que comencé a residir allí nunca antes había
salido del complejo.
Inhalé el aíre fresco llenando mis pulmones de aquel aroma
tan dulce que habitaba en el ambiente.
Comenzamos a andar por un sendero de
tierra en cuyos laterales se podían distinguir diferentes tipos de plantas con
sus respectivas flores.
Tras varias horas de excursión llegamos a lo alto de un
mirador, donde podíamos observar el océano extenderse a lo largo de la llanura
que había bajo mis pies. Me incliné sobre mis talones hacía el barranco que
tenía delante intentando visualizar algo que me ayudase a comprender qué
hacíamos aquí, pero no lo logré.
-¿Qué hacemos aquí?- preguntó una voz masculina. Sonreí por
el hecho de haberme ahorrado esa misma pregunta.
-El entrenamiento de hoy se llevará a cabo aquí, en esta
llanura a 50 metros de altura- explicó Liam gesticulando con las manos. Al oír
aquello una sensación fría y ausente me recorrió la espalda dejándome helada.
-¿Qué pretendes que hagamos?- preguntó Alexandra, cuya voz
resonó desde lo más fondo del grupo que habíamos formado alrededor de Liam. La
miré con dureza y ella me devolvió la mirada, cálida y amable.
No tenía ganas de entablar conversación con nadie y menos
con las dos chicas a las que había considerado mis “amigas”.
-Saltaréis desde el borde de la llanura y nadaréis hacía la
orilla de esta playa, en el menor tiempo posible- nos explicó Liam con voz
severa.
-¿Tú estás loco?- grité furiosa. La ira se había
desencadenado en mi interior y apenas era capaz de controlarla. No sabía por
qué había gritado de esa forma pero no me hubiera gustado hacerlo.
Liam me lanzó una mirada furtiva y se echó a reír como si se
estuviese burlando de mi pregunta.
-No ______, estoy perfectamente bien de la cabeza ¿Sabes?-
me respondió Liam entrecerrando los ojos.
-Entonces ¿Por qué quieres que hagamos tal estupidez?
-¿Estupidez? ¿Acaso le tienes miedo al agua?- me retó Liam
con una sonrisa burlona.
Sabía que solo quería provocarme para que confesase delante
de todos el pánico que le tenía al agua pero no iba a ser tan tonta como para
hacer eso.
´
-No, no le tengo miedo al agua- respondí con los puños
apretados.
-Bien, entonces creo que no tendrás ningún problema en
hacerles una demostración a tus compañeros de cómo se debe saltar- abrí los
ojos como platos al escuchar sus palabras y mi asombro fue acompañado por
murmullos de desconcierto.
-No- respondí automáticamente sin pensar la respuesta. Me
hubiera gustado ser más educada pero las palabras salían sin control de mi
boca.
-Es una orden.
Los murmullos se elevaron de tono hasta convertirse en
gritos de indignación. Avancé hasta situarme a la altura de Liam y le miré de
forma desafiante. Me giré y me coloqué en el borde del acantilado intentando
controlar el temblor de mi cuerpo. Cerré las manos en dos puños para que nadie
pudiese notar su frenético temblor.
Cerré los ojos autocovenciéndome de que no pasaba nada. Solo
eran 20 metros, saldría a la superficie nadando como lo haría cualquier otra
persona pero… ¿Cómo lo haría si no sabía nadar?
El pánico me recorrió la espina dorsal con tal fuerza que
solté un gemido. Fue apenas aludible aunque sonó lo suficientemente alto como
para que Liam lo oyese.
-_____ ¿Qué pasa? ¿Es que acaso no eres capaz de saltar?-
preguntó con una sonrisa burlona- ¿Le tienes miedo al agua?
-Eso lo deberías saber de sobra- mascullé entre dientes. Por
fortuna nadie me oyó. Miré atrás y vi los múltiples rostros que esperaran mi
próximo movimiento. Entre esos rostros estaba el de Zayn, que me miraba con
seriedad.
Incliné mi cuerpo hacía delante y dejé que el aíre me
impulsase hacía el vacío. El aíre me arañaba la cara irritándome la piel.
Noté el fuerte impacto cuando mi cuerpo chocó contra la
superficie del agua, introduciéndome en su interior.
Los cálidos brazos del
océano me envolvieron por completo, impidiéndome avanzar. Moví los brazos en un
intento por subir a la superficie e inspirar el aíre que tanto ansiaban mis pulmones,
pero no podía.
Esta vez no era la inconsciencia la que me lo impedía, esta
vez era yo misma la que me impedía subir al exterior. No quería o no podía, no
estaba segura, pero solo sabía que en tan solo unos pocos segundos perdería el sentido
y esta vez no sobreviviría.
¿Quién iba a salvarme si no sabían lo que me estaba pasando?
¿Serían capaces de saber con certeza que no sabía andar y me
salvarían o cuando quisiesen reaccionar ya sería demasiado tarde?
Conservé la esperanza hasta el último segundo en el que mis
ojos se cerraron presas del pánico. Noté como el cuerpo comenzaba a hacerse
demasiado pesado, deslizándose hacía la profunda oscuridad del océano.
Hubo un segundo, un momento en el que pensé que todavía
tenía oportunidad de vivir, pero después todo se volvió borroso, demasiado
oscuro como para distinguir algo.
Lenta y dolorosamente me deslicé hacía la inconsciencia sin
apenas notar el brazo que me acababa de rodear la cintura, impulsándome con
fuerza hacía el exterior.